viernes, 30 de enero de 2009

Un placer

La duermevela tiende a extinguirse, como todo lo que en realidad vale la pena. No se trata de ser apocalípticos, es solo que las cosas eternas lo son mientras su existencia es plana y monótona. El mundo que intentábamos narraros no lo era en absoluto. Por eso, desde el mismo momento que os abrimos la puerta a él sabíamos que estaba condenado a perecer.

El ruido de los cañones, los gritos de miles de almas en las últimas semanas, acabaron casi definitivamente con este otro mundo. Pero, si hay algo también en las cosas cuya existencia ni es monótona ni plana, es que están obligadas a perdurar en el recuerdo. La duermevela se extingue, se apaga, fruto de su propia intensidad, pero deja una rendija abierta esperando tiempos mejores.

Mientras, nosotros despertaremos y andaremos con cuidado para no tropezar. Pero, por si acaso, cerraremos de vez en cuando los ojos con fuerza, intentando caer, como por casualidad, en un universo entre la vigilia y el sueño, frágil, muy frágil, bailando justo en el filo de una navaja.

Digamos, pues, hasta luego.

Marta y Alex

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ha quedado corto...